jueves, 10 de noviembre de 2011

LA PRIMERA VEZ

Ella :

A la tercera va la vencida. Llegamos al mismo hotel donde ya éramos caseritos. Nuestro constante manoseo ya no podría sucederse en la sala de mi casa, el pasadizo del edificio y otros rincones amigos. Y aunque la cosa se ponía cada vez más candente e incontrolable, todavía no se había concretado.


"Sí la oscura materia animada por tu mano soy yo" Blanca Varela

Admito que mucho de ello se debía a ciertos asuntos que debía resolver. El ser hija de padres tan jóvenes me llenaba de culpa, de temor por repetir la misma falta (me lo repitieron tantas veces que hasta ahora lo creo) ya que a mi edad ya tenían dos hijos, mientras yo a las justas puedo con un perro. Once años en colegio católico y que me dijeran: "¡La primera vez duele HORRIBLE!" se sumaron a la torpeza del novio de turno.

Recuerdo que mi primera vez no fue tan excitante como lo hubiera querido. Era más que nada un reto, una tarea a realizar. Me tenía en una posición sumamente cómoda, algo raro en estos tiempos. Yo echada boca arriba al pie de la cama. Él parado junto a esta. Yo esperaba que así tuviera una vista más 'ginecológica' y pudiera, por fin, sacarme del mundo de las "vírgenes", el cual detestaba. No quería llegar virgen al matrimonio, deseaba experimentar, conocer, explorar. Al paso de un largo rato de manoseo, pudimos colocarnos en la posición ideal. "¿Entró?", le dije. "Sí".

Él estaba en un éxtasis total, sublime. Yo me la pasaba pensando: "Me mintieron, no duele. ¿En qué momento habrá entrado? o ¿Fue la otra vez cuando casi entra y se rompió el himen? No sangré. ¿Y si hubiera sangrado? Esto de tener sexo no está mal. Ni cagando me embarazo. Ojalá no se rompa el condón. Pucha, yo soy bien piña".

Bueno, no estaba tan concentrada. Ya con el tiempo comprendí que la primera vez define la relación. Algunas eran salvajes y feroces. Otras efímeras. Algunas intensas pero no tan profundas. Otras fueron divertidas y, felizmente, pocas dolorosas.


Mi última primera vez fue doble. Ya veníamos saliendo un par de meses cuando decidí que quería estar sola. Tras muchas discusiones le dije que no me gustaba, tan solo para que me deje 'en paz'. Estaba confundida, una relación estable era lo menos que quería y mis últimas experiencias eran desalentadoras. Había perdido la fe y a mí con ella.

Lo dejé. Ahora lo extrañaba y no sabía cómo volver. La idea me revolvía la cabeza y mis hormonas se sacudían más cada vez que leía algún mensaje dirigido a otra. "Él es mío", me dije. Un día lo encontré en el Face . Después de un atrevido intercambio de palabras, quedamos en salir. Me preguntó: ¿a dónde me quieres llevar? Se lo dije: "a matar".

Aquella noche yo iba con la intención de seducirlo pero, orgullosa, no quería demostrar demasiado interés. Me atrapó como un animal a su presa y fui suya. Recuerdo que por ratos lo miraba fijamente porque no quería olvidarme de él, ni de lo que sentía al tenerlo tan cerca. Saboreaba sus besos y deseaba vivir en aquel momento eterno.

Para llenar mi vacío necesitaba más de sesenta minutos penetrando su avidez. Más que pura pasión animal y descarnados gemidos quería reflejarme en sus ojos y que, luego de esa noche, no deje de oler a mí. Nos vimos sigilosamente y, de inmediato, ella me succionó el alma.

Estaba lista, tenía miedo pero se le notaba decidida, dispuesta a dar órdenes, a decirme qué deseaba y enseñarme las coordenadas exactas de sus aullidos. Una vez más decía que era mía, que jamás dejó de serlo. Era el momento de volver a sus entrañas.
  
El :

Su contorneada espalda celebraba mis impulsos. Mi frenético galope apretaba sus nalgas y mordía suavemente sus tetas. Así, me vi convirtiéndome en serpiente, para reptarla y poseerla. Si había algo que me caracterizaba es que amaba ser deseado y aunque lo volvía a conseguir, volvía a temer lo otro: el desear ser amado.

Por fortuna el trato había sido solo sexo, sin nimiedades ni enamoramientos. Y aunque yo había ido con miedo -antes ya me había enamorado- ahora me encontraba seguro de poder disfrutarla y saciar un deseo dormido pero indemne. Sabía que ella era la asesina, pero me había convencido de no morir otra vez.

La maté de algunas maneras tiernas y conseguí lo que quería, que me volviese a desear. Ya no había duda alguna, pero cuando festejábamos nuestro (re)encuentro osé hablar de otra mujer. La cagué, no calculé, ni siquiera pensé en lo torpe que podía ser ese inocente movimiento. Había malogrado su noche, una en que ella no admitía otros nombres.


Al día siguiente la hallé en el Face y luego de un escarceo amable llegó la escena de celos. "Sabes que no es solo tirar... contigo nunca será solo tirar". Y aunque me había concientizado en tan solo ser un sex buddy sabía que eso no era cierto, que entre ella y yo jamás sería solo sexo.

Más tarde la recuperé. Nos encerramos en un país de nadie y desde ese momento hemos tratado de convivir con los dos mundos. Sabemos que es necesario volver a este, para encallar nuestros planes. Y contamos los minutos para llegar a nuestra Ítaca, en donde podemos seguir siendo tan pervertidos como queramos.

Tratando de repetir de una forma diferente nuestro primer encuentro. Porque si de primeras veces hablamos, me quedo con esta. Quizá luego les cuente cómo fue que me inicié, quizá no.

Y tú, ¿qué recuerdas de tu primera vez?

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